*El escritor mazatleco asciende a la novela histórica con premio nacional
-SAMUEL PARRA-
El Escritor Julio Zataráin es una figura poco común en el México contemporáneo. Su estilo para narrar asemeja al plumaje disidente del Quetzal, aletea en forma camuflada sobre los intelectuales a quienes les dilata la pupila con atisbos de realidad impidiendo que puedan acariciarse sus barbas.
Mazatlán resulta radical. Es el escenario de la novela que le valió a Julio el Premio Valladolid a las Letras 2024 por su novela histórica «El gitano», quien narra la vida de Rodolfo Valdés, uno de los primeros sicarios existentes en Sinaloa. Además asesinó al Gobernador Rodolfo T. Loaiza durante el Carnaval.
Zatarain es fornido y de apariencia fuerte, con un corte de pelo enmarañado, más el comportamiento de alguien acostumbrado a vivir en los suburbios pasados de moda de su ciudad. Tiene el tipo de fanfarrón mazatleco, bebe cerveza frente al mar, toca la batería y maldice con exuberancia, pero es también cauteloso.
La obra general de Julio consigue ese equilibrio de provocación y reafirmación. Mazatlán, la ciudad que lo vio crecer, es su escenario y está atrapada entre dos visiones eternamente opuestas: una es un paraíso turístico; la otra un infierno urbano, quizá más bien un purgatorio donde solo los lectores tienen la posibilidad de salvarse.
P.
¿Cuál es para ti el lugar de la literatura frente a lo que hoy pasa en México?
R.
Como siempre ha sido: una ventana por donde ver las cosas desde múltiples perspectivas, a través de un trabajo artístico estético. Sigo esperando las grandes obras que aborden la violencia que vivimos con la guerra de Calderón, digo, sí hay bastante literatura, incluso en los últimos años han salido algunos libros y series, pero aún falta el gran movimiento que lo aborde, que surge diez, quince años después de la crisis. Sin embargo, hemos sido callados, hemos sido rebasados por la mercadotecnia y otros movimientos que han surgido, que dan más ganancias, aunque muchas veces la propuesta sea bastante pobre. ¿Se puede seguir escribiendo de la violencia? Pues de qué más vamos a escribir si es lo que vivimos. Hoy en día muchos escritores dicen que no puedes escribir de la violencia, me refiero a balaceras, desapariciones y narcos, sea el tratamiento y perspectiva que sea, porque dicen que ese tema ya pasó de moda. Sin embargo, hoy es 13 de septiembre del 2024, llevamos cuatro días consecutivos guerra en Sinaloa, Culiacán sigue sitiada, con mucho miedo, carreteras obstruidas, carros y camiones incendiados, muchos muertos, disputa por plazas, la población soterrada, discursos incoherentes y falsos de los gobernantes, en fin. Nos queda la literatura para escribir lo que eternamente vivimos en México.
EL GITANO
El Gitano’ nació en el año 1905, en la comunidad de Aguacaliente de Garate, donde le gustaba balear los jarrones que las mujeres cargaban con agua. Pero más adelante tomaría la iniciativa de ingresar al crimen organizado al conocer a Pedro Avilés Pérez, mejor conocido como ‘El León de la Sierra’.
Fue al filo de las 01:50 horas del martes 21 de febrero de 1944, en el patio del hotel Belmar frente a Olas Altas, donde el primer sicario reconocido de la historia de Sinaloa terminó con la existencia del mandatario estatal que ese momento platicaba con sus amigos.
P.
¿Cómo fue el proceso creativo de El Gitano?
R.
Tuvo algunas etapas. La primera fue la definición del estilo que quería adoptar. Mi intención siempre fue escribir la novela con un narrador omnisciente que nos llevara a través del tiempo y de la mente del protagonista, pero me pareció muy cansado, por lo que opté por agregar monólogos, que son de El Gitano y su madre, los cuales me ayudaron a escribir diferentes etapas de la historia real, que no dejé que me doblegara. Entonces siempre fue un estar investigando, leyendo los libros, analizando los testimonios y entrevistas que obtuve, mientras me las jugaba para integrar a lo novelesco todo lo que pensaba necesario.
Tras el suceso surgieron rumores de que el autor intelectual del atentado habría sido General Pablo Macías Valenzuela, con quien supuestamente tenía algunas diferencias.
Macías Valenzuela nació un domingo 15 de noviembre de 1891 en la población de ribera del arroyo de Las Cabras, y a los 20 años de edad se integró a la revolución mexicana.
P.
¿Cuéntame cómo das el paso de cuentista a novelista histórico?
R.
El primer reto fue el tiempo que estuve con la novela, que fueron alrededor de cinco años. Durante algunas temporadas convivía diariamente con los personajes, con el mundo western del Sinaloa de los veintes a los cuarentas, sumergirme a los pueblos de aquellos años, tratar de comprender su vida diaria, desde mi perspectiva de casi cien años después, en relación a mi experiencia en los pueblos donde se desarrolla. En fin, básicamente fue encerrarse en ese campo semántico, en esa cosmovisión, durante varios años. Todo lo contrario de lo que pasa con el cuento, en el que me sumerjo algunos días y rara vez uno o dos meses.
SER ESCRITOR
Dicen que es una profesión de gente que se autoengaña continuamente. Pero está bien, engañarte con que será sencillo y, después, tú ya sospechabas que no podía ser sencillo algo que arranca así, con un escenario que remite más a la literatura histórica que al realismo o la ficción o una mezcla de todo.
P.
¿Cuándo comenzaste escribir y, sobre todo, por qué?
R.
No sé el porqué, quiero suponer para explicarme el mundo, digerir la realidad, plasmar lo vivido, ese tipo de cosas que suenan a clichés, pero en el fondo son verdad. Comencé a escribir hace casi 15 años, durante el tercer semestre de la universidad, escribía pequeñas crónicas y cuentos, pero también me clavaba en relatos bastantes largos, que me sirvieron para practicar y comenzar la búsqueda de un estilo, y no fue hasta el 2012 o 2013 que comencé a tomarlo más en serio, cuando conocí a autores con más experiencia, los talleres, los cursos, etc.
Ser escritor, estimado lector, es un acto de resistencia y la escritura es acción, es un idioma de resistencia frente a lo que está sucediendo alrededor de nosotros. La función de un escritor en tiempos de crisis es escribir.
P.
La Escritora Mónica Lavin comenta que el cuento es como permitirte asomar por la cerradura de una puerta y a través de ese ojo de la puerta espiar un mundo. ¿Qué opinas de esto?
R .
Creo que es una forma de verlo. Muchos autores tienen sus propias metáforas en relación al cuento como género literario. Sin duda es una definición acertada, en la que a través del cuento vemos una parte de la realidad, cuya estética se encuentra perfectamente limitada, con sus curvas, aristas, esquinas bien definidas, que hacen que no se desborde y cumpla su función de cuento, mantiene una tensión y un equilibro que ese ojo observa a través de la cerradura, sin agregarle espacios sobrados o faltantes en el objetivo de la historia.
EL PROCESO CREATIVO
Si pensamos en los horrores y guerras escribir es un acto de resistencia, porque lo que hacemos permanece después de todos los terrores. Al dar sentido a lo que ocurre en el mundo desde el nivel personal al colectivo, escribir es resistir.
P.
Hablemos ahora de tu propia obra, de cómo construye tus personajes, cómo los eliges.
R.
Generalmente surgen a través de la vida cotidiana. Los veo en la calle, en el barrio, en el transporte público, en las plazas, etc. En relación a la ficción, intento no conocerlos, sino descifrarlos, escribir mi propia versión de ellos, colorearlos, es decir, no caer en el blanco y negro, sino en los matices, en los claroscuros, en lo humano. Trato de verlos más como personas y menos como personajes, no sé si me explique.
Algo que caracteriza a Zatarain es un sentido del humor, se aprecia en sus cuentos plagados de ironía, sarcasmo y matices crudos pero muy verosímiles como se aprecia en su anterior libro «En que piensan los gusanos cuando tienen hambre», que ganó el Pemio Nacional de Cuento José Alvarado 2021, organizado por la Universidad Autónoma de Nuevo León.
P.
Tienes un sentido del humor muy agudo e inteligente, que no abunda mucho actualmente. ¿Qué papel desempeña el humor en tu literatura y en tu vida?
R.
En mi vida es el pan de cada día, aunque muchas veces me muestre quejumbroso de lo que pasa, quizás hasta melancólico y depresivo, con los que convivo saben que siempre estoy soltando chistes, quizás absurdos, cotidianos, en relación al momento, algunos pesados y carrilludos, porque así me enseñaron en mi familia, tengo más primas que primos y siempre las veo riéndose, aunque hemos vivido situaciones muy difíciles, así es el seno familiar, es decir, vengo de una familia humilde que se sabe divertir, entonces eso quizá se transmite a la literatura inconscientemente, porque cuando escribo no pienso en hacer reír a nadie, no considero que sea mi estilo, pero luego sí me he topado a lectores de mi libro de cuentos que me hablan de escenas o situaciones que los hace reír. Incluso me sorprende la pregunta (jaja) como dije anteriormente, transmitir una emoción, algo tan valioso como la risa, es una batalla ganada.
Un total de 85 manuscritos, 55 en la modalidad de novela y 30 en cuento infantil participaron en el Premio Valladolid. Los galardones se entregarán el próximo 20 de septiembre en la Galería del Teatro Ángela Peralta siendo de
225 mil pesos para novela y 120 mil pesos para cuento infantil
P.
¿Qué significa para ti ganar el Premio Valladolid?
R.
Significa responsabilidad, asumir el rol que me tocó vivir, con respeto hacia el arte, a los lectores, a la literatura y a otros escritores que también lo han ganado, esperando asumir esa responsabilidad en pro a las generaciones venideras de narradores, que se piense que es posible escribir obras que sean capaces de defenderse en certámenes y puedan llegar a mucha gente, tumbarse el sesgo de lo local y la universalidad, o a los temas moda o no moda, y ponerle más atención al oficio mismo de escribir, de la obra misma. Significa también no salirme del camino, seguir escribiendo y mostrar mi escritura a la gente, hasta donde la vida me permita, sea del tema que sea. Además, como mazatleco, es uno de los sueños locales, obtener un premio tan prestigiado a nivel nacional, que se encuentra en nuestra ciudad y he sido testigo de los esfuerzos que hace la institución, que hace Maru Enciso, para valorar las letras en la región.
Las influencias literarias del autor mazatleco son variadas pero prefirió no mencionar a nadie para evitar herir susceptibilidades.
P.
¿Quiénes han nutrido tu escritura para abordar estos temas?
R.
En términos de cuento y otros proyectos, realmente la vida misma, los contextos, etc., sin embargo, hay escritores que sigo y admiro no tanto por los temas, porque los temas ahí están, son de todos, no hay temas buenos ni malos. Más bien me nutro de los tratamientos, las formas, el encontrar un estilo propio, una estética, un discurso. Quizá sigo siendo joven para hablar de eso, no sé, pero me nutro más de eso, que de los temas. En el sentido de la novela histórica, me ayudó bastante el escritor Mauricio Molina, en paz descanse, quien cuando vio ese proyecto postulado para una beca, no dudó en apoyarlo, incluso después del periodo de la beca, que dura sólo un año. Me proporcionó muchas lecturas, muchas anécdotas, muchas formas de ver la novela histórica, incluso me prestó su departamento en Cdmx algunos meses para que siguiera investigando y escribiendo, era muy generoso, un gran escritor, un gran maestro y también un buen amigo. Lamentablemente Mauricio murió en 2021, cuando todavía estaba detallando los últimos detalles de la novela, sobre todo en su estructura, por lo que no conoció la versión final.
La contraparte de ser escritor son los lectores, ninguno puede vivir sin él otro pero el ambiente comercial editorial es tan diversos como granos de arena existen en el mar.
P.
¿Qué crees que buscan los lectores en la actualidad?
R.
Lo desconozco, no estoy en ese negocio, creo que tiene también mucho que ver con la clase de lectores, con las edades, entre otras cosas, pero yo como lector busco la sinceridad en un libro, el buen tratamiento, los buenos gestos técnicos, literarios, que se agradece cuando uno los lee. Desde un buen verso, un buen diálogo, hasta una buena reflexión o una buena descripción, que transporte, que transmita y me deje con algo, con un sentimiento al haberlo leído.
Los escritores tienen rituales, tradiciones o estilos ocultos para concentrarse a escribir. Algunos prenden incienso, otros buscan el confort del estudio hogareño o el recoveco que ofrecen las cantinas o cafeterías.
P.
¿Tienes una rutina para escribir?
R.
Más o menos. Muy temprano, después del café, es lo primero que trato de hacer, cuando tengo la mente clara. Si tengo preocupaciones, estrés o compromisos, no escribo, porque no me sale nada, no me concentro y es frustrante. Pero intento que siempre funcione, que fluya, me entrego al trabajo, a la terquedad, si no sale, me pongo a leer un poco, casi siempre un libro al azar de mi biblioteca, después vuelvo y continúo. Si de todos modos no fluye la escritura, me pongo a hacer otra cosa o a revisar-corregir escritos viejos. Pero si sale, puedo durar casi todo el día metido en ello.
Otra pasión que detona la vida de Julio es la música, en especial la batería, es docente en el Museo de Arte de Mazatlán dando talleres de percusión incluso toca en un grupo musical donde el reggae prevalece.
P.
¿Qué papel juega la música en tus textos?
R.
Papel clave, aunque casi no mencione en mis textos nombres de canciones o de grupos. Pero es bastante importante en lo que respecta a la musicalidad de la narración, el ritmo, la oralidad, el juego de las bocales con las consonantes, las rimas, la métrica, la puntuación, todo en combinación trato de que cada párrafo sea una pieza musical. No sé si lo logre, es trabajo, es disciplina, es oído, es autocrítica, es un proceso. Creo que los buenos narradores logran acelerar el ritmo, marcar pautas, ralentizar, colocar en los lugares exactos los silencios, el climax, todo esto para llevar al lector en una perfecta musicalidad que le resulte placentero seguir leyendo, en ese sentido es un trabajo de precisión, de relojería.
¿Quieres conocer a Julio Zataráin? Visita el Paseo Costero de Olas Altas, después de las ocho de la noche, allá lo encontrarás con su camarilla de autores locales, todos disidentes, vuelan como quetzales.