El 24 de diciembre en Mazatlán se vive con una energía particular, marcada por la prisa y la emoción de las compras de último momento.
Desde temprano, el Mercado Pino Suárez, ubicado en el corazón de la ciudad, se convierte en un hervidero de actividad.
Los pasillos se llenan de familias que buscan los ingredientes frescos para la cena navideña: frutas, verduras, carnes y especias que darán sabor a los platillos tradicionales.
Los vendedores, con sonrisas y voces animadas, ofrecen sus productos, mientras los compradores regatean y seleccionan lo mejor para sus mesas.
A medida que avanza el día, la atención se desplaza hacia los regalos.
Muchos se dirigen a La Gran Plaza Mazatlán, un centro comercial que alberga una variedad de tiendas de ropa, calzado y juguetes.
Los niños, con ojos brillantes, señalan los juguetes que desean, mientras los padres evalúan opciones y precios.
Las tiendas de ropa y calzado también experimentan una afluencia notable, con clientes que buscan atuendos nuevos para lucir en la celebración nocturna.
El tráfico en la ciudad se intensifica; las calles cercanas al mercado y al centro comercial registran un flujo constante de vehículos y peatones.
El transporte público opera para el, trasladando a las personas de un punto a otro en su maratón de compras.
A pesar de las aglomeraciones y las largas filas, el ambiente es festivo.
Las luces navideñas adornan las calles, y la música de villancicos se escucha en cada rincón, recordando a todos el espíritu de la temporada.
Al caer la tarde, las familias regresan a sus hogares cargadas de bolsas y paquetes.
En las cocinas, comienza la preparación de la cena: el aroma de los platillos típicos se mezcla con las risas y conversaciones, creando una atmósfera de calidez y unión.
Los niños esperan con ansias la llegada de la medianoche para abrir sus regalos, mientras los adultos disfrutan de la compañía y la satisfacción de haber superado, una vez más, la odisea de las compras navideñas de último momento en Mazatlán.